viernes, 12 de enero de 2018

SOBRE LA ÚLTIMA PELI DE WOODY



Esta vez, nada nuevo, pero tampoco nada malo. Woody ha elegido nuevamente un estilo que maneja magistralmente, pero que no entusiasma a muchos: el drama sin bromas que lo anestesien.

Interiores, Septiembre, La otra mujer, Blue Jasmine, han sido ese tipo de películas, aunque cabe reconocer que La Otra Mujer se encuentra seguramente en sus cinco mejores.

Lo que hace Woody es lo de siempre: mostrarnos que, para él, la realidad es terrible. Sólo el arte y la ficción es la escapatoria, sólo la ilusión, como el final de su magistral Sombras y nieblas, muy poco entendida en general. Pero en casi todas sus demás películas, y especialmente en dramas terribles como La Rosa Púrpura, Alice, Zelig, lo terrible se esconde, se anestesia, como dijimos, en su impresionante humor, que borra, casi, para el espectador (caritativamente), lo vano y trágico de una existencia casi sin sentido. Casi, porque al final de Crímenes y pecados –otra terrible tragedia atemperada por el antihéroe Clif- esboza una esperanza: la familia, el trabajo, y que las futuras generaciones puedan entender más.

En esta última película, lo terrible de la vida, sumergida y atrapada en la tristeza más profunda, golpea sin misericordia al espectador desprevenido. Pasa el tiempo, esperamos algún chiste, alguna escena desopilante, y no. Finalmente, Ginny, bajo la magistral interpretación de Kate Winslet, cae casi en la psicosis. Ha intentado huir de sí misma en un amor sin esperanza, mata indirectamente a su competidora de Mickey, y finalmente, casi pierde el criterio de realidad: se disfraza de uno de los personajes de la frustrada actriz y casi, casi, parece que se lo cree, hasta que el espectador se queda, como última escena, con su rostro desencajado, que esta vez no tiene ni siquiera el consuelo del arte, como el rostro de Cecilia, al final de La Rosa Púrpura.




¿Esperabas otra cosa, espectador? Esto es Woody. Su humor siempre ha sido el modo en el cual él ha querido protegerte. Esta vez, no te lo regaló. No te enojes. Se llama Wood Allen.

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